Las
personas nacemos indefensas y dependientes, nos unimos con el fin de sobrevivir
a una figura de referencia, como nos dijo en la teoría del apego John Bowlby.
Los niños nacen programados biológicamente para establecer vínculos con los
demás y más concretamente con la una figura
de apego que suele ser la madre.
Por
lo tanto, el apego es el vínculo afectivo que se crea entre el niño y la
persona que le cuida normalmente. El cómo se forme este vínculo es la clave de
la autoestima del niño y futuro adulto. El cómo se relacione con el mundo y
consigo mismo se empezará a ir gestando desde el nacimiento o incluso antes.
La
referencia de cómo es el mundo, los niños la toman de su casa, de sus primeras
vivencias y con sus familiares más cercanos. Si viven en un ambiente lleno de
amor, creerán que el mundo es un lugar amoroso. Si viven un ambiente hostil y
autoritario, probablemente crean que ellos tienen poco valor. Si se les atiende
amorosamente cuando lo necesitan, confiarán en su figura de apego. Si no ocurre
esto, la situación puede ser diferente.
Por
lo tanto, partiendo de estas vivencias, se establece que los niños pueden
crecer teniendo un apego seguro o uno inseguro.
Se
cree que cerca de 1/4 de los niños tienen un apego inseguro y cerca de ¾, apego
seguro.
¿De
qué depende? De cómo le trate la figura principal de apego, generalmente la
madre, durante los primeros meses de vida.
Los
seres humanos, como mamíferos que somos, y la especie más dependiente del planeta,
estamos programados para estar con nuestra figura de referencia el máximo
tiempo posible con el fin de sobrevivir. Imaginaos hace miles de años nuestros
antepasados. Si dejaban a una cría sola para irse a cazar, esa cría moría. El
cerebro de nuestros pequeños no está en ese sentido muy lejos de aquello, buscan
atención y contacto físico como manera de supervivencia.
Freud
y Skinner creían que el fundamento del amor entre la madre y el hijo estaba
basado en la alimentación que proporcionaba la madre.
En
1961 Harlow, hizo un experimento con monos bebés para demostrar
que el vínculo se establece a través del contacto físico y el afecto.
Separaron
varios monos al nacer de sus madres y se les crió en una jaula con dos especies
de muñecos que hacían las funciones de madre:
Una
de alambre y tenía un biberón
Otra
de felpa pero SIN leche.
Se
comprobó que las crías sólo iban a la del biberón cuando tenían hambre, el
resto del tiempo estaban con la del pelo que era con la que establecieron una
relación de protección. Igualmente, cuando introducían algún elemento que
pudiera asustar a los monitos, éstos corrían a refugiarse en su mamá de
fieltro.
Se
demostró con este experimento, que ciertamente es un tanto cruel, que las crías
no desarrollaban apego únicamente por el alimento, sino que era por el contacto
físico.
Los
monos empezaron a manifestar problemas psicológicos graves:
Un
tercio de ellos se quedaron arrinconados
en una esquina de la jaula muy tristes.
Otro
tercio desarrolló conductas agresivas.
El
resto murió de pena.
Para
identificar qué tipo de apego tiene un niño existe una prueba relativamente rápida
que hacen los psicólogos. Se llama el test de la situación extraña y que
se empezó a hacer con niños de entre un año o año y medio sobre 1960 gracias a
Mary Ainsworth.
Con
él se trata de observar cómo reacciona el niño cuando se le separa
durante unos minutos de la figura de apego y se le obliga a explorar el mundo
por su cuenta. Esta situación, por lo tanto, no es comparable con las
reacciones que puedan tener nuestros niños al dejarles en las guarderías ya que
allí pasan mucho más tiempo que los tres o cuatro minutos en los que se basa
este test.
Se
habla de que hay, en líneas generales, dos tipos de apego:
Apego
seguro
Apego
inseguro.
Os
explico en qué consiste:
Imagínate
a una madre y a su hijo de año o año y medio en una habitación con juguetes y
cosas para descubrir y experimentar.
El
niño con apego seguro cuando está en esa habitación con su madre se
mueve con seguridad para explorar lo que hay a su alrededor.
Se
le pide a la madre que salga de la habitación sólo unos minutos, cerca de tres.
El
niño con apego seguro llora cuando le dejen solo. A la vuelta de esos tres
minutos, entra la madre, el niño pide a su madre que la coja y ahí el niño se
calma para seguidamente seguir jugando y experimentando de manera tranquila y segura
con lo que tiene alrededor. Su madre, por lo tanto, es la base segura desde la que conocer el
mundo.
La
clave de este test radica en cómo reacciona el niño a la vuelta de su madre.
Ahora
veremos qué sucede con los niños con apego inseguro en esta misma
situación.
Tenemos
a la madre y al hijo, igual que antes, en una habitación con cosas con las que
jugar y experimentar.
La
madre sale, vuelve a la sala como en el anterior ejemplo, pero esta vez cuando
el niño está en brazos de su madre, se retrae, no la mira ni la abraza. Estamos
ante un tipo de apego evitativo… Son niños que han aprendido que
comunicar a sus madres sus necesidades afectivas no vale de nada ya que ellas
no responden. Puede que no haya mayor pena para un niño que no sentir el abrazo
de una madre cuando la necesitas, así que es preferible no pasar por el
rechazo.
Suele
ocurrir cuando la mamá o figura de apego
no hace caso al niño cuando llora pensando que así le va a acostumbrar a los
brazos..
Por
último, en este experimento:
Misma
sala. Otra madre con su hijo. Esta vez
vamos a observar un apego inseguro resistente.
Ahora
el niño casi no se separa de su madre para jugar con lo que tiene a su
alrededor.
Cuando
la madre abandona por unos minutos la sala, el niño rompe a llorar igual que en
las anteriores ocasiones, pero cuando la madre llega, el niño se resiste a ser
consolado (por eso apego resistente) y además no establece vínculo con su madre,
la rechaza en cierta manera. Quiere estar con ella pero no sabe cómo.
Las
mamás o figuras de referencia de este tipo de niños suelen ser excesivamente
protectores y no les dejan experimentar por sí mismos el mundo que les rodea
por miedo a que les pase algo, como caerse o cosas así, y no les dejan
desarrollar su independencia y autonomía.
Existe
una manera más de apego inseguro que es el llamado apego desorganizado
que lo encontramos, desgraciadamente, en niños que han sufrido maltrato
infantil.
Esta
prueba, como te decía anteriormente, se hace con niños de entre un año y año y
medio y no es comparable la reacción que tienen en este experimento con cómo
reaccionan cuando les recogemos en la guardería porque el tiempo que pasan allí
es muchísimo más que estos minutos en los que se basa el test de la situación extraña.
¿Qué
consecuencias pueden tener los niños con un apego inseguro?:
-
Problemas en sus relaciones personales
-
Dependencia emocional
-
Falta de empatía
-
Pueden ser niños más desobedientes o
agresivos
-
Menor capacidad para resolver problemas
La
relación entre una madre y un hijo es una relación privilegiada e inigualable.
Para
crear un apego seguro es importante crear rutinas en casa desde que es
pequeñito. Saber qué es lo que viene después relaja y da seguridad a los niños.
Abraza
a tu hijo todo lo que quieras y te pida el cuerpo. No le vas a costumbrar mal
por quererle y proporcionarle alimento espiritual a través del amor, la
complicidad, los arrullos y la ternura…
Cuida,
siempre que puedas, personalmente a tu hijo: dúchale tú, péinale, leele un
cuento, juega con él, recógele del colegio y escúchale cuando te hable y
cuéntale tú también tus cosas, cómo te ha ido el día, qué te gusta, qué no…
Hazle sentir, en definitiva, importante.
Como
dice Álvaro Bilbao, la infancia es el jardín donde jugamos de mayores. Nosotros
como padres podemos hacer que nuestros niños vivan llenos de seguridad y
empatía gracias a cómo les eduquemos. Si los primeros años no han sido buenos,
por la causa que sea, siempre podemos tratar de enmendar parte de lo que se
hizo mal en el pasado.
Amor,
paciencia, constancia, consistencia, seguridad, libertad y autonomía serán las
claves de una buena educación emocional.
Preciosa entrada, me encantará información psicológica pero también tus consejos.
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