Hemos venido toda la familia a pasar unos días al pueblo de
mi marido y estando aquí he pensado que podría ser un buen tema hablaros de lo
que yo creo que son los beneficios de tener uno.
Yo no tengo pueblo. Me explico porque todos tenemos uno o
varios, obviamente, porque todos venimos de alguno. Pero yo no tengo uno de
referencia al que fuera con mis padres de pequeña. Sé cuáles son los pueblos en
donde nacieron mis abuelos o bisabuelos pero yo personalmente no he podido
disfrutar de ninguno porque la vida de mi familia se fue desarrollando en la
ciudad.
Los fines de semana, algunos
niños de mi edad se iban al pueblo y me contaban qué hacían en él: sus pandillas,
sus juegos en la calle y las actividades que se organizaban en carnaval o en
las fiestas de agosto.
Como yo no tenía pueblo, cuando era más joven y pensaba en
cómo debería ser el tipo de novio que me gustaría tener, una de las cualidades
que le atribuía era “que tuviera uno”. Bueno, pues alguien me tuvo que escuchar
porque con el tiempo, conocía al que hoy es mi marido y éste sí que tiene
pueblo.
Para mí conocer cómo era la vida rural, en un principio, me
chocó bastante: la cercanía de la gente, que nunca se cerraran las puertas de
las casas por si algún vecino quería entrar a visitarte, la vida y las preocupaciones
del campo, el contacto cotidiano con los animales y la naturaleza, el concepto
del tiempo …
Bien, pues gracias a que mi marido sí que tiene pueblo y
tiene contacto constante con él, estamos pudiendo dar una visión a nuestros
hijos menos urbanita y más completa de la realidad. Nos gusta la ciudad y donde
vivimos, pero creemos que el pueblo también educa.
¿Cuáles creo que son los beneficios de tener pueblo?
1.- Contacto con sus raíces. Saber de qué pueblo vienes,
cuáles son sus costumbres, su gastronomía… Eso forma parte de quién eres. Que
un niño conozca se cuáles son sus raíces desde pequeño le ayudará saber más de
sí mismo.
Si la familia sigue viviendo en el pueblo, el contacto con la
familia es otro de los puntos fundamentales de ir al pueblo con los niños.
Primos, tíos, abuelos… La familia acoge al niño y le va transmitiendo su forma de vivir .
2.- Desconectar del ruido, contaminación y las prisas de la
cuidad
Por suerte, una gran ciudad te provee de servicios y de unas
comodidades que no las cambio por nada, pero siempre es bueno parar y
desconectar. El aire está limpio, la comida mucho más rica y barata. No hay que
correr para llegar a ningún sitio porque todo está al lado… El estrés disminuye
para grandes y pequeños.
3.- Los niños pueden quedar a jugar en la calle con otros
niños sin peligros.
Esto es un lujo que muy difícilmente podremos encontrar en
las ciudades. Uno de los problemas que se está detectando en nuestros niños es
que cada vez hacen menos ejercicio, juegan solos y, en muchas ocasiones, a
través de pantallas, como ya hablamos en el podcast número 20.
En el pueblo, todo esto se puede desmoronar con sólo abrir la
puerta y salir a la calle.
4.- Contacto con la naturaleza.
Por desgracia, el contacto con la naturaleza es cada vez más
difícil en una gran ciudad. La educación
que deben tener nuestros niños ha de ser lo más amplia posible y tener un
contacto respetuoso, cercano y cotidiano con el medio ambiente les va a ayudar
a estar pegados a la realidad: saber de dónde vienen los tomates, la leche o cómo
son las ovejas sin la obligación de pasar por una granja escuela para ello.
Gracias a estas
experiencias, serán capaces de cuidar y respetar el mundo en el que viven. Educar
en el cuidado de la naturaleza no será especialmente difícil cuando la conoces,
la amas, la comprendes, la vives desde bien pequeño.
Estos son algunas de las ventajas que yo le veo a tener un
pueblo. Vosotros, ¿tenéis pueblo?, ¿lo disfrutáis?
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