Para cuando se esté publicando este pódcast,
8 de junio, en muchos colegios ya habrán puestos las notas y en otros estarán
ya casi terminando de ponerlas.
El fin de curso está ya cerca, en dos semanas
se cierran las aulas, y atrás queda casi un año con sus altibajos, sus éxitos,
sus fracasos, aprendizajes y emociones.
Y con el final de curso, llega también la
entrega de notas.
En este episodio me pregunto, cómo
interpretar las calificaciones escolares.
Y es que caben dos posibilidades, que hayan
sido buenas o que hayan sido malas.
Y tras esto, yo me pregunto, malas o buenas,
¿respecto a qué? O ¿respecto a quién?
Debemos analizar las notas de nuestros hijos
como un termómetro de su esfuerzo, de su constancia y de su capacidad de
superación. No creo que deban tomarse de otra manera, y más cuando nuestros
hijos están aún adquiriendo el hábito de estudio y aprendiendo su profesión que
es la de ser estudiante.
Siempre digo que debemos analizar la
evolución desde septiembre hasta junio.
Si comenzó regular, pero termina con un bien
o con un notable, nuestro hijo ha hecho un buen curso. Si la evolución es la
contraria, bien podemos pensar que algo ha pasado.
Evidentemente, si las calificaciones, en
general, no han sido buenas debemos preguntarnos por qué y tratar de poner
soluciones. Debemos huir de relacionar la nota que haya obtenido nuestro hijo
con su valía. Que haya sacado más o menos nota ni le limita su valía ni le
define.
Como padres deberemos analizar varios
factores a la hora de calificar las notas de nuestros hijos.
Puede que nuestro niño no haya adquirido aún
una buena rutina de estudio o que se haya despistado al final del trimestre,
que tenga algún problema emocional que le bloquee la posibilidad de estudio o
que haya que reforzar la responsabilidad y madurez. También deberíamos sopesar
si tiene algún problema como déficit de atención, altas capacidades o
simplemente que no ve del todo bien y deberíamos llevarle al oculista.
Todo cuenta a la hora del estudio.
Así que, como decíamos, lo primero que
debemos hacer es hacer un análisis en casa de qué no ha ido bien para que el
niño no haya obtenido los resultados deseados.
Si las calificaciones no han sido las
mejores, puede que no sea únicamente responsabilidad del niño. No digo quitarle
toda ella, pero sí que habría que hacer
un análisis global.
Debemos preguntarnos si en casa hay el mejor
ambiente de trabajo y estudio, si fomentamos las rutinas, si nuestro hijo tiene
siempre un mismo sitio y misma hora para hacer los deberes o si le hemos enseñado
a organizarse haciéndose, por ejemplo, un horario de sus tareas semanales.
Es importante que nuestro niño vaya
adquiriendo un hábito de estudio y que nosotros, como padres, le ayudemos a conseguirlo.
Igualmente, deberemos analizar si nuestro
hijo o nuestra hija ha adquirido un hábito de lectura lo suficientemente
potente para entender bien lo que lee, tener más vocabulario, así como para
leer más rápido.
Otro aspecto que analizaría es si nuestro
hijo está sobrecargado de extraescolares. Puede que, si tiene demasiadas
actividades después del colegio, aunque le encanten, puede que le reste tiempo
y energías para cumplir con lo mínimo que es lo que le mandan en colegio. En
cada niño habría que observar cuál sería el punto medio para poder asistir a
otro tipo de actividades más lúdicas y formativas, que también aportan a la
formación de nuestro hijo, pero sin sobrecargarle. Nuestro hijo debe tener
tiempo para cumplir con sus estudios del colegio así como para descansar y
relajarse en casa.
Nuestros hijos deben aprender a descansar, a
estar en casa jugando y a que el tiempo de ocio y de autocuidado es tan
importante como el de trabajo. Sin uno no se llega al otro y eso también se
aprende de pequeño.
¿Qué más podríamos analizar?
Deberíamos observar si el colegio en el que
está nuestro hijo es el correcto para nuestro él o para ella.
Como siempre digo, no hay colegios buenos ni
malos, a priori. El bueno es aquel en el que nuestro hijo esté cómodo, aprenda
y se sienta valorado y querido. A partir de ahí, seguiremos construyendo.
Así que trata de saber si en el colegio se siente
bien, si cuando tiene dudas, le contestan y le ayudan a mejorar. Si con los compañeros tiene una buena relación
o si algo o alguien le está importunando.
Si en
el colegio todo funciona bien, genial. Una cosa menos que hay que subsanar. Si
no, esta podría ser una de las razones por la cual tu hijo no ha podido
concentrarse en el estudio.
Trata de mantener alguna entrevista a lo
largo del curso con el tutor del niño. Sigue su evolución con sus profesores
para que el trabajo entre familia y escuela sea el mejor posible, así como para
que tu hijo sea consciente de que ese contacto existe y para que sienta que sus
padres están a su lado en sus estudios. Cuando hay un problema, cuanto antes se
detecte y se le ponga remedio, mejor. Y ambas partes, colegio y familia, deben
estar las dos, implicadas en este proceso de mejora constante.
Otro factor que puede que afecte a las
calificaciones y al día a día escolar de tu hijo es que no se le haya diagnosticado
algún tipo de trastorno del aprendizaje que puede que le esté dificultando en
su día a día.
Hablamos de hiperactividad, déficit de
atención, dislexia o quién sabe si hasta altas capacidades. Observa y actúa
para poner los medios.
Recuerda que un pequeño tropezón se puede
interpretar como un problema o como una oportunidad de mejora.
Si nuestro hijo ha suspendido, o si sus
calificaciones han sido bajas aún sin suspender, es un momento estupendo para
hacerle entender que de esta situación debemos sacar un aprendizaje. El fracaso
es parte de la vida y del aprendizaje. Debemos enseñar a nuestros hijos que
fallar en sí no es malo y que siempre se puede sacar una enseñanza de esos
momentos.
Gracias a los errores aprendemos y, puede,
que esta sea una buena ocasión para analizar qué se puede mejorar y hacerlo. No
debemos interpretar una mala nota o un suspenso como algo terrible. Debemos
hacer ver a nuestro hijo que seguramente pueda mejorarlo, que vamos a ayudarle
para que lo consiga, pero que le pedimos que sea responsable, trabajador y
honrado consigo mismo y con los demás, ya que su trabajo es el de ser
estudiante y, como trabajo que es, debe dar su máximo para sacarlo de la mejor
manera posible.
Así que, como siempre te digo, hemos de poner
en valor la importancia del esfuerzo. Si nuestro hijo ha dado lo mejor de sí
mismo, poco más le podemos pedir. Sin embargo, si sabemos que se puede esforzar
más, es el momento de sentarnos y hablar sobre la importancia del esfuerzo, del
compromiso y de la responsabilidad.
Igualmente, nosotros, como padres, debemos
transmitir a nuestro hijo que estamos con él, que le vamos a ayudar, y a exigir,
para que cumpla con su obligación.
Huiremos de descalificaciones o de volcar culpas.
Otro factor que debemos analizar a la hora de
ver los resultados escolares es cómo nuestro hijo asume el momento del examen o
de la prueba.
Nuestros niños están aprendiendo a hacer
exámenes, a que se les evalúe en un momento en concreto por un tema o temas
aprendidos.
Puede que nuestro hijo aún no tenga
adquiridas las herramientas necesarias para superar ese momento con
tranquilidad. Puede que no le sea sencillo gestionar que se le va a calificar.
Así que si el caso de nuestro hijo es este,
deberemos ayudarle a superar estos momentos.
Hablamos de la ansiedad ante el examen. De si nuestro hijo se bloquea cuando llega el
temido momento.
Lo primero que le debemos decir que parte de
los nervios se pueden aplacar dominando bien la materia. Si va a la prueba con
todo bien sabido y trabajado anteriormente, es muy probable que bajen los
nervios.
Si aún así el bloqueo está ahí, vamos a
tratar de seguir los siguientes pasos para mejorar:
Lo primero, decirnos que podemos y que vamos
a poder con esa prueba.
Es decir, trabajar el diálogo interior
mandándonos mensajes positivos. Es importante desterrar frases tipo “no me lo
voy a saber”, “es muy difícil”, “con esto no puedo”…, y sustituirlas por “vamos
a por todas”, “puedo con ello”, “estoy preparado”. La disposición que tengan
ante el examen puede ser fundamental para superarlo con éxito. Para ello, hay
que trabajar diariamente en casa y en el colegio la autoestima del niño.
Debe sentirse capaz de hacer algo para lo que
está perfectamente preparado, si lo ha estudiado.
Lo segundo que pueden hacer es controlar la
respiración: hablamos de la respiración diafragmática. Esa que hace que se
llenen los pulmones y que sea el diafragma, ese músculo que está debajo de
ellos, el que vaya regulando el aire que sale de ellos. Respiraciones profundas
y lentas que les oxigenen y relajen. Esto se puede hacer antes y durante la
prueba. Siempre que noten que la ansiedad está llegando, una buena manera de
bajarla es controlar la respiración.
Otra forma de controlar la ansiedad ante un
examen, además de controlando nuestro diálogo interior y la respiración, es
bebiendo agua. Algo tan básico y sano como esto. Cuando bebemos y nos
hidratamos nuestro cuerpo tiende a relajarse. Le podemos decir a nuestro niño
que tenga siempre a mano una botella de agua en el momento de la prueba.
Otro punto fundamental es dormir bien.
Una manera básica de controlar la ansiedad es controlando la calidad del sueño. Si nuestros hijos duermen poco o mal, es muy probable que al día siguiente no rindan convenientemente. En este pódcast hemos dedicado dos episodios al sueño y somos conscientes de la importancia que tiene de cara a una buena salud. Por ello, vela porque tu hijo duerma las horas que debe dormir. Puede que con este paso hayamos despejado muchos de los problemas que nos surjan.
Llega el fin de curso y con él las notas. Un análisis
de cómo ha ido el curso, de qué se puede mejorar de cara al siguiente o de qué
hay que mantener los ayudará a seguir progresando.
Día a día y ahora toca algo también muy
importante: descansar y disfrutar de las vacaciones.