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Lo
primero que te puedo decir es que la ansiedad, como tal, no es mala. Porque,
¿qué es la ansiedad?
Voy
a empezar hablando en general y primeramente me voy a centrar en la ansiedad de
adultos. ¿Por qué? Porque muchas veces la ansiedad que tienen los padres se
puede traspasar a los hijos. Si nosotros como padres sabemos identificar y
minimizar nuestra ansiedad muy seguramente estemos ayudando a que nuestros
hijos crezcan más sanos en este aspecto.
La
ansiedad es un mecanismo de adaptación al medio que nos ayuda a que nuestro
organismo responda ante un estímulo que puede ser peligroso para nosotros en un
momento determinado. Se produce en un momento puntual, por ejemplo, si vemos
que viene un coche hacia nosotros, huiremos. Por lo tanto, la respuesta es
positiva. La ansiedad puntual es positiva porque nos ayuda a sobrevivir ante
una amenza.
El
problema es cuando esta sensación de continuo estado de alarma se cronifica,
cuando no hay un motivo concreto que nos haga sentirnos así. cuando pasan más
de seis meses según el CIE 10, manual
para diagnosticar este tipo de enfermedades.
Los
adultos que sufren de un trastorno de ansiedad generalizada (TAG) muestran un
miedo a no saben qué, no disfrutan de hoy y del ahora, les cuesta concentrarse,
se sienten desmotivados, no son capaces de relativizar los problemas, no
disfrutan de la vida cotidiana…
Bien,
pues estas serían algunas de las características que pueden sufrir los adultos.
¿Cómo
podemos detectar que nuestro hijo está sufriendo de ansiedad?
Lo
primero que te diré es que hay miedos que son típicos de la edad de tu hijo. Es
decir, que no tienes por qué preocuparte si notas que los manifiestan.
Por
ejemplo, sobre los 5 años es muy normal que te empiecen a preguntar sobre la
muerte o sobre los 10 tendrán más inquietudes con el tema social, de los amigos
y de su físico.
También
puede ser que le veas algo más nervioso o agitado si el niño está pasando por
momentos de cambio profundos como puede ser una mudanza o la muerte de alguien
muy querido.
¿Cuándo
viene el problema? Si ves que es una preocupación persistente y excesiva.
Te
voy a poner un ejemplo creo que muy gráfico:
Imagínate
que tu hijo tiene mañana un examen y te dice el día anterior que está nervioso
por esa prueba, pero tú le dices que no pasa nada y ya se le pasa. El problema
no va a más.
Ahora
bien, cuando va a la cama te dice que no quiere ir al colegio y que no le va a
salir bien ese examen y no duerme bien. Bueno, obsérvale a ver qué pasa…
Siguiente
estadio, va al examen y se bloquea, no le viene ninguna idea y obviamente
suspende. Vas a hablar con el profesor y te dice que no sólo está así en esta
materia ni en clase si no que observa que está así con frecuencia. Ahí es
cuando, posiblemente, tenemos el problema.
Posibles
síntomas físicos:
-
Les duele más la tripa
-
Tengan dificultad para concentrarse
-
Tengan ataques de hambre, ese hambre
emocional del que se habla
-
Tenga problemas de autoestima
-
Tics nerviosos como tirarse del pelo o
comerse las uñas
-
Tensión muscular
-
Mareos
-
Está más sensible y llora sin aparente
razón…
Obviamente,
si crees que tu hijo necesita de ayuda, te recomendamos que vayas al pediatra o
a un psicólogo infantil.
¿Cómo
creo yo que puedes ayudar a tu hijo a no caer en la ansiedad?
Hablábamos
antes de que uno de los síntomas es la falta de autoestima, la falta de
seguridad de sí mismo.
Bien,
pues lo que tendremos que trabajar desde casa y desde el colegio es
precisamente esto.
En
el episodio número 18 hablamos de los padres helicóptero, es decir
aquellos que tratan de allanar tanto el camino a sus hijos que casi no les
dejan autonomía con el fin de que no tengan ningún fallo y así creen que serán
más felices.
Los
niños de padres sobreprotectores desarrollan menos competencias emocionales y a
la larga son más inseguros, como nos dijo la psicóloga Silvia Álaba.
En
otras palabras, y como decía María Montessori, “no debemos ayudar a un niño que
se siente capaz de lograr algo por si solo”.
Cuando
un niño logra por sí mismo un objetivo que se ha marcado, su autoestima crecerá
así como la confianza en sí mismo. Por no hablar de que habrá aprendido a hacer
algo que antes no sabía y por ello será más autónomo e independiente.
Debemos
dar a nuestros hijos autonomía.
Otro
punto importante y que va ligado a lo anterior, es que sepan que confiamos en
ellos. ¿Cómo? Dándoles responsabilidades
Por
ejemplo, dándoles tareas en casa. Que pongan la mesa, se ocupen de su cuarto o
cuiden de un hermano pequeño si tienen, que ellos se ocupen de preparar la
mochila para el día siguiente y no sus papás…
Si
ven que sus mayores confían en ellos y que son capaces de responderles a esa
confianza, su autoestima crecerá.
Otro
punto importante es que desarrollemos vínculos positivos con nuestros hijos,
que sepan que estamos ahí para ellos en todo momento e incondicionalmente. Nosotros,
sus padres, somos sus referentes, sus pilares. Si nosotros les respondemos
cuando lo necesitan, verán que se puede confiar en el mundo. Si no estamos
cuando nos necesitan, lo más normal es que crezcan con una cierta desconfianza.
“Si no puedo contar con papá o mamá lo más normal es que tampoco con el resto
del mundo”. Esto generará ansiedad, falta de confianza en uno mismo, baja
autoestima…
Como
veis, es todo una rueda…
Más
puntos que creo que te pueden ayudar a que tu hijo se sienta seguro consigo
mismo y del entorno.
Ofrécele
mensajes positivos sobre sí mismo. Cada cambio, cada
mejora que un niño logra es producto de un esfuerzo por su parte. Por ejemplo,
que se siente a hacer los deberes solo y en un tiempo prudencial. Si ves que va
adquiriendo ese hábito, díselo. Dile que cada vez lo hace mejor y así estarás
reforzando esa conducta. No des por hecho que esa mejora es lo que debe de ser,
díselo igual que te gustaría que te lo dijeran a ti si has mejorado en algo.
Valida
sus sentimientos.
Si
ves que tu hijo tiene ansiedad, no le digas que no es nada… Trata de empatizar
con él.
Pregúntale
cómo se siente, ¿qué es lo que le pasa…? Como sabes, y como nos dijo Daniel
Goleman y como ya hablamos en el episodio número 16 que lo dedicamos a la
inteligencia emocional, es importante aprender a ponerle nombre a nuestros
sentimientos.
Sólo
nombrando algo el ser humano es capaz de entenderlo.
Como
ves, nosotros como padres podemos ayudar muchísimo a nuestros hijos a que
crezcan con un percepción muy positiva y segura de sí mismo y de su entorno.
Antes
de cerrar el tema, quería hablarte del frasco de la calma.
Este
es un recurso Montessori que se emplea mucho en los colegios para ayudar a los
niños a relajarse y a concentrarse y que puede que a ti, en casa también te sea
útil.
Esto
no es más que un bote lleno de purpurina ,agua, colorante y pegamento que
ayudará a rebajar los momentos de enfado o nervios de nuestros hijos.
¿Qué
necesitas para hacerte un bote de la calma?
-
Un bote de cristal o una botella de
plástico sin etiquetas ni dibujos. Totalmente trasparente.
-
Purpurina, te recomiendo que elijas
colores que transmitan paz como un azul.
-
Pegamento trasparente
-
Colorante
-
Una cuchara sopera y otra de postre
Cómo
lo hacemos
-
Vierte el agua templada en el bote.
-
Añade dos cucharadas de pegamento al agua.
Ten en cuenta que cuanto más pegamento más tardará la purpurina en descender y
más efecto tranquilizante tendrá.
-
Añade dos o tres cucharaditas de postre
con la purpurina y remueve para que se mezcle todo bien.
-
Echa dos o tres gotas de colorante para
darle color al agua
-
Cierra el bote y ya lo tienes.
Te
resumo antes de terminar, lo que te he contado sobre el tema de hoy, sobre la
ansiedad infantil:
1.-
Como padres, debemos detectar nuestra propia ansiedad para no transmitírsela a
nuestros hijos.
2.-
Dolor de tripa, problemas para concentrarse, hambre excesiva… Son algunos de
los síntomas físicos que nos pueden alertar. Si ves que tu hijo se preocupa por
algo de manera excesiva durante mucho tiempo puede ser otro de los motivos de
alarma.
3.-
Como padres debemos ayudar a nuestro hijo a reconocer sus sentimientos, a
crecer en autoestima dándoles responsabilidades y dejándoles cometer sus
propios errores.
4.-
Te he hablado del bote de la calma.
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