lunes, 22 de junio de 2020

La ansiedad en los niños








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Lo primero que te puedo decir es que la ansiedad, como tal, no es mala. Porque, ¿qué es la ansiedad?
Voy a empezar hablando en general y primeramente me voy a centrar en la ansiedad de adultos. ¿Por qué? Porque muchas veces la ansiedad que tienen los padres se puede traspasar a los hijos. Si nosotros como padres sabemos identificar y minimizar nuestra ansiedad muy seguramente estemos ayudando a que nuestros hijos crezcan más sanos en este aspecto.

La ansiedad es un mecanismo de adaptación al medio que nos ayuda a que nuestro organismo responda ante un estímulo que puede ser peligroso para nosotros en un momento determinado. Se produce en un momento puntual, por ejemplo, si vemos que viene un coche hacia nosotros, huiremos. Por lo tanto, la respuesta es positiva. La ansiedad puntual es positiva porque nos ayuda a sobrevivir ante una amenza.
El problema es cuando esta sensación de continuo estado de alarma se cronifica, cuando no hay un motivo concreto que nos haga sentirnos así. cuando pasan más de seis meses según el  CIE 10, manual para diagnosticar este tipo de enfermedades.
Los adultos que sufren de un trastorno de ansiedad generalizada (TAG) muestran un miedo a no saben qué, no disfrutan de hoy y del ahora, les cuesta concentrarse, se sienten desmotivados, no son capaces de relativizar los problemas, no disfrutan de la vida cotidiana…

Bien, pues estas serían algunas de las características que pueden sufrir los adultos.
¿Cómo podemos detectar que nuestro hijo está sufriendo de ansiedad?
Lo primero que te diré es que hay miedos que son típicos de la edad de tu hijo. Es decir, que no tienes por qué preocuparte si notas que los manifiestan.
Por ejemplo, sobre los 5 años es muy normal que te empiecen a preguntar sobre la muerte o sobre los 10 tendrán más inquietudes con el tema social, de los amigos y de su físico.
También puede ser que le veas algo más nervioso o agitado si el niño está pasando por momentos de cambio profundos como puede ser una mudanza o la muerte de alguien muy querido.

¿Cuándo viene el problema? Si ves que es una preocupación persistente y excesiva.

Te voy a poner un ejemplo creo que muy gráfico:
Imagínate que tu hijo tiene mañana un examen y te dice el día anterior que está nervioso por esa prueba, pero tú le dices que no pasa nada y ya se le pasa. El problema no va a más.
Ahora bien, cuando va a la cama te dice que no quiere ir al colegio y que no le va a salir bien ese examen y no duerme bien. Bueno, obsérvale a ver qué pasa…
Siguiente estadio, va al examen y se bloquea, no le viene ninguna idea y obviamente suspende. Vas a hablar con el profesor y te dice que no sólo está así en esta materia ni en clase si no que observa que está así con frecuencia. Ahí es cuando, posiblemente, tenemos el problema.



Posibles síntomas físicos:
-        Les duele más la tripa
-        Tengan dificultad para concentrarse
-        Tengan ataques de hambre, ese hambre emocional del que se habla
-        Tenga problemas de autoestima
-        Tics nerviosos como tirarse del pelo o comerse las uñas
-        Tensión muscular
-        Mareos
-        Está más sensible y llora sin aparente razón…
Obviamente, si crees que tu hijo necesita de ayuda, te recomendamos que vayas al pediatra o a un psicólogo infantil.

¿Cómo creo yo que puedes ayudar a tu hijo a no caer en la ansiedad?
Hablábamos antes de que uno de los síntomas es la falta de autoestima, la falta de seguridad de sí mismo.
Bien, pues lo que tendremos que trabajar desde casa y desde el colegio es precisamente esto.
En el episodio número 18 hablamos de los padres helicóptero, es decir aquellos que tratan de allanar tanto el camino a sus hijos que casi no les dejan autonomía con el fin de que no tengan ningún fallo y así creen que serán más felices.
Los niños de padres sobreprotectores desarrollan menos competencias emocionales y a la larga son más inseguros, como nos dijo la psicóloga Silvia Álaba.

En otras palabras, y como decía María Montessori, “no debemos ayudar a un niño que se siente capaz de lograr algo por si solo”.
Cuando un niño logra por sí mismo un objetivo que se ha marcado, su autoestima crecerá así como la confianza en sí mismo. Por no hablar de que habrá aprendido a hacer algo que antes no sabía y por ello será más autónomo e independiente.
Debemos dar a nuestros hijos autonomía.
Otro punto importante y que va ligado a lo anterior, es que sepan que confiamos en ellos. ¿Cómo? Dándoles responsabilidades
Por ejemplo, dándoles tareas en casa. Que pongan la mesa, se ocupen de su cuarto o cuiden de un hermano pequeño si tienen, que ellos se ocupen de preparar la mochila para el día siguiente y no sus papás…
Si ven que sus mayores confían en ellos y que son capaces de responderles a esa confianza, su autoestima crecerá.
Otro punto importante es que desarrollemos vínculos positivos con nuestros hijos, que sepan que estamos ahí para ellos en todo momento e incondicionalmente. Nosotros, sus padres, somos sus referentes, sus pilares. Si nosotros les respondemos cuando lo necesitan, verán que se puede confiar en el mundo. Si no estamos cuando nos necesitan, lo más normal es que crezcan con una cierta desconfianza. “Si no puedo contar con papá o mamá lo más normal es que tampoco con el resto del mundo”. Esto generará ansiedad, falta de confianza en uno mismo, baja autoestima…
Como veis, es todo una rueda…



Más puntos que creo que te pueden ayudar a que tu hijo se sienta seguro consigo mismo y del entorno.
Ofrécele mensajes positivos sobre sí mismo. Cada cambio, cada mejora que un niño logra es producto de un esfuerzo por su parte. Por ejemplo, que se siente a hacer los deberes solo y en un tiempo prudencial. Si ves que va adquiriendo ese hábito, díselo. Dile que cada vez lo hace mejor y así estarás reforzando esa conducta. No des por hecho que esa mejora es lo que debe de ser, díselo igual que te gustaría que te lo dijeran a ti si has mejorado en algo.
Valida sus sentimientos.
Si ves que tu hijo tiene ansiedad, no le digas que no es nada… Trata de empatizar con él.
Pregúntale cómo se siente, ¿qué es lo que le pasa…? Como sabes, y como nos dijo Daniel Goleman y como ya hablamos en el episodio número 16 que lo dedicamos a la inteligencia emocional, es importante aprender a ponerle nombre a nuestros sentimientos.
Sólo nombrando algo el ser humano es capaz de entenderlo.


Como ves, nosotros como padres podemos ayudar muchísimo a nuestros hijos a que crezcan con un percepción muy positiva y segura de sí mismo y de su entorno.

Antes de cerrar el tema, quería hablarte del frasco de la calma.
Este es un recurso Montessori que se emplea mucho en los colegios para ayudar a los niños a relajarse y a concentrarse y que puede que a ti, en casa también te sea útil.
Esto no es más que un bote lleno de purpurina ,agua, colorante y pegamento que ayudará a rebajar los momentos de enfado o nervios de nuestros hijos.
¿Qué necesitas para hacerte un bote de la calma?
-        Un bote de cristal o una botella de plástico sin etiquetas ni dibujos. Totalmente trasparente.
-        Purpurina, te recomiendo que elijas colores que transmitan paz como un azul.
-        Pegamento trasparente
-        Colorante
-        Una cuchara sopera y otra de postre
Cómo lo hacemos
-        Vierte el agua templada en el bote.
-        Añade dos cucharadas de pegamento al agua. Ten en cuenta que cuanto más pegamento más tardará la purpurina en descender y más efecto tranquilizante tendrá.

-        Añade dos o tres cucharaditas de postre con la purpurina y remueve para que se mezcle todo bien.

-        Echa dos o tres gotas de colorante para darle color al agua

-        Cierra el bote y ya lo tienes.

Te resumo antes de terminar, lo que te he contado sobre el tema de hoy, sobre la ansiedad infantil:
1.- Como padres, debemos detectar nuestra propia ansiedad para no transmitírsela a nuestros hijos.
2.- Dolor de tripa, problemas para concentrarse, hambre excesiva… Son algunos de los síntomas físicos que nos pueden alertar. Si ves que tu hijo se preocupa por algo de manera excesiva durante mucho tiempo puede ser otro de los motivos de alarma.
3.- Como padres debemos ayudar a nuestro hijo a reconocer sus sentimientos, a crecer en autoestima dándoles responsabilidades y dejándoles cometer sus propios errores.
4.- Te he hablado del bote de la calma.


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