El trabajo, la casa, las facturas,
los cambios sociales, políticos y vitales que nos llevan para un lado o para
otro en cuestión de días o de horas… Todo ello es una fuente de agobio, estrés
y presión. Sentimientos que podemos caer en la tentación de transmitir todos
estos sentimientos a nuestros hijos que no saben ni por qué les vienen esas
sensaciones y que puede que tampoco sepan cómo gestionarlas.
Igualmente, la presión que nos
metemos nosotros mismos, como padres, como madres, para tratar de llegar a
todo, para ser los mejores padres del mundo, para no equivocarnos…, puede que,
en ocasiones, llegue a ser desmedida.
Puede que esta presión así como la
temida culpa que llevamos a cuestas como
una piel más dentro de la maternidad (por la falta de tiempo, por la falta de
paciencia…), no nos estén ayudando a ser más naturales con nuestros hijos, a
empatizar más con ellos, a saber más de su mundo, de lo que les preocupa, de
sus amigos o de sus ilusiones y proyectos. Puede que tanto querer ser los
mejores papás o mamás del mundo nos esté restando espontaneidad y equilibrio.
Por ello, en medio de este mundo
caótico, cambiante y algo desesperanzador, yo abogo por el humor. Por cambiar
el punto de vista y por dejarnos llevar más sin tantas presiones, sin tanto
“tengo que “ y más “quiero disfrutar de “
¿Y cómo hacemos eso cuando estamos
hasta arriba, cansados, estresados y sin tiempo para casi nada?
Lo primero que te diría es que
cambies tu óptica, tu punto de vista, si no lo tienes ya hecho, en todos los
momentos de tu vida. Es decir, no puedes mantener una forma de pensar muy
cerrada, poco flexible, poco empática contigo mismo y luego pretender ser justo
lo contrario con tus hijos.
Debemos reírnos más de nosotros
mismos. Creo que esto es fundamental para desdramatizar situaciones y momentos
que o puede que no sean tan grabes o que sí, pero que como modo de adaptación
nos venga bien ir al problema desde al humor. Desde la distancia, de un modo
más liviano y menos grave.
Y si nos reímos más de nosotros
mismos es muy probable que también a la hora de estar con nuestros hijos, todo
sea más sencillo.
Nos pedimos mucho como padres y como
madres y eso está bien siempre y cuando esa presión no nos haga hacerlo peor…
Así que relajación en el día a día y a desdramatizar.
Yo siempre me digo cuando pasa algo,
“dentro de 20 años nos reiremos de esto”. Con esta frase, trato de quitarle
hierro a lo que nos sucede.
Últimamente, la situación está para
pocas risas, lo sé, pero trata de buscar humor a las cosas. Fluye más. Deja que
poco a poco todo vaya encontrando su lugar. No busques la perfección, porque
mientras que la buscas, te pierdes el paisaje.
Es decir, vamos a intentar dar
distancia en nuestro día a día como padres y madres.
¿Que no hemos hecho la mejor cena del
mundo? Mañana mejoraremos.
¿Que hemos perdido la paciencia?
Aprendemos del error y a la siguiente lo hecemos mejor.
Otro tema que creo que nos presiona
es que a los padres a veces se nos juzga demasiado. Todo el mundo sabe cómo
debes educar a tu hijo, y todos sabemos cómo debemos educar a los hijos de los
demás. Todo el mundo tiene recetas mágicas, pero cada uno de nosotros somos los
que estamos en la arena toreando el toro, con nuestros aciertos y nuestros
fracasos.
No siempre es sencillo acertar. Por
mucho que leamos, escuchemos podcast o a las generaciones mayores, siempre hay
fallos. Y me imagino que es lo normal y lo sano.
Así que asume que, como en todo, en
la crianza hay fallos. Errores que te tendrás que perdonar, aprender de ellos y
seguir.
Ensayo – error.
Recuerda que el aprendizaje en esto
de ser padres es continuo. Siempre llegará una etapa nueva en la que lo
anterior ya no vale. Igualmente, lo que te vale para un hijo, no te vale para
otro. Cada persona es distinta y con cada uno de tus hijos tendrás que agudizar
el ingenio de una manera diferente. Dos más dos nunca son cuatro en educación.
A saber qué le gusta, qué le
preocupa, qué le cuesta más o qué le cuesta menos, qué le interesa, quiénes son
sus amigos y por qué les ha elegido… Sólo conociéndole bien podrás adaptarte a
su modo de ser para saber en qué debes incidir más o menos como padre.
Por ejemplo: puede que con tu primer
hijo no tuvieras ningún problema a la hora de hacer los deberes porque se
sentaba solo en su cuarto y en un rato estuviera todo bien hecho. Tu modelo de
conducta de ti como padre o como madre sobre cómo actuar ante los deberes era
el de que las cosas salían solas.
Sin embargo, con el segundo,
imagínate, que es justo lo contrario: no se quiere sentar, se levanta miles de
veces del cuarto, se pone nervioso… Evidentemente, tu forma de actuar no puede
ser la misma en el primer caso que en el segundo. En el primero no hubo
problemas, en el segundo tendrás que ayudarle a concentrarse, a conseguir
confianza en sí mismo, a darle autonomía poco a poco, a que aprenda esforzarse,
constancia…
Tu respuesta como padre es distinta
dependiendo de cada uno de tus hijos. Así que conócelos y adáptate a sus
ritmos.
Otro punto que quiero subrayar es que
la culpa, antes mencionada y tan presente en la crianza por parte de los
padres, es completamente nociva. No sirve de nada. Nos hace sentirnos más
pequeños, más inseguros por no haber llegado a objetivos que posiblemente no
sean tan importantes.
Como te decía antes, hay que aceptar que
el fallo está presente en la crianza. Partiendo de esa base, si un día lo haces
mal, ya sabes qué tienes que mejorar para la vez siguiente. Día a día, paso a
paso. Con tus momentos buenos y con tus momentos malos.
Y, además, creo que es bueno que
nuestros hijos vean que metemos la pata y que rectificamos. Una manera de que
aprendan a que no pasa nada cuando se falla puede que sea esta: viendo como
algo normal el fallo, la imperfección e igualmente, que es algo normal también
seguir aprendiendo, seguir en el esfuerzo hasta conseguir lo que uno quiere.
Nuestros hijos no aprenderán tanto de
lo que les digamos como de lo que vean en casa. Así que con tu ejemplo estarás
dando el mejor discurso.
Otra cosa que te diría para educar con
menos presión y más sentido del humor, es que tengas claro que la función de
todo padre es el de acompañar a los niños en su andadura. ¿Hasta dónde podemos
acompañar? El ritmo de cada uno de tus hijos te irá respondiendo. Es importante
que no tiendas a ser madre o padre helicóptero y que permitas, como parte
natural del proceso, que tus hijos vayan haciendo cosas solos, aún sabiendo que
habrá fallos. La idea es que logren adquirir unas rutinas, una autonomía.
Si el objetivo es que se monten ellos
mismos su mochila todos los días, da por hecho que puede que haya días que no
lo haga del todo bien. ¿Y pasa algo? No, porque habrá que seguir perseverando
con la idea de que en un mes o dos, o lo que sea, tu hijo será capaz de
organizarse o de hacer esa pequeña tarea por sí mismo.
Déjale que lo haga él, acepta que va a haber
fallos pero siempre con la mirada al final del camino, en el objetivo final que
es que adquiera una serie de destrezas por sí mismo.
Para ello, es muy importante que
confíes en tu hijo. Conócele, primer paso, y luego confía en sus capacidades. Y
que él note, sienta que confías en él. Dale margen para volar solo. Trata de no
ser eso en lo que es tan fácil caer que es ser eso que se conoce como “papa o
mamá helicóptero”, de lo que ya hablamos hace mucho tiempo, en el episodio
número 18, por si te apetece recuperarlo.
Otro punto que quería comentarte para
que lleves la crianza, la educación de tus hijos con más tranquilidad, con más
humor, es que lo veas como un todo. Es decir, no te obsesiones con las notas,
las extraescolares… Está bien que saque buenas notas si es el resultado de un
tiempo de esfuerzo, sacrificio y dedicación al estudio. Si no fueran tan buenas
pero el esfuerzo hubiera sido muy grande, esas notas son buenas. Sin fisuras.
Está bien que vaya a extraescolares si le
gusta, le aporta y le nutre dentro de su formación íntegra como persona. Es
decir, que la educación de tu hijo son los valores que le inculques,
independientemente de cómo se lo inculques. Si quieres que aprenda música, el
objetivo puede que no sea que sea un músico reputado, si no el placer de la
cultura, la disciplina, la compañía que ofrece la música o los amigos con un
fin común que puede hacer. Pero como ves, ir a clase de música va más allá.
Algo importante si quieres tomarte la
maternidad, la paternidad, con menos presión, menos autoexigencia, con más
calma, más tranquilidad y más disfrute.
Busca ratos para ti. Como dijimos en
el episodio dedicado a los autocuidados, el número 24, hace ya bastante tiempo
también de este episodio, buscar y encontrar tiempo para una misma, para uno
mismo, es esencia. Trata de salir con tu pareja, con amigos, solo… Da lo mismo,
pero haz cosas que te gusten.
Dato de Malasmadres:
¿Si te relaja ir a un museo? Ve al
museo.
¿Si necesitas ir al gimnasio? Al
gimnasio.
Cada uno tiene que buscar qué es lo
que necesita para sentirse mejor. Cuidar 24 horas es muy duro y todos
necesitamos nuestro momento de desconexión, de ocio y esparcimiento.
Y, por último, agradece. Sí, estás
cansado, a veces no logras sacar el bueno humor y la alegría para tirar con
todo, pero, si paras un segundo para agradecer a la vida los hijos tan
estupendos que tienes, puede que todo lo veas de otra manera.
Trata de fomentar un ambiente en casa
en el que la risa y el afecto estén presentes. Recuerda que la risa reduce el
estrés y ayuda a gestionar mejor las emociones.
Un hogar en el que la risa, el humor
y la alegría estén presentes es un hogar sano.
Fomenta todo lo que puedas estos
valores en la educación de tus hijos.
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