Los
seres humanos somos seres sociales y lo somos porque sabemos que nos necesitamos
los unos a los otros para sobrevivir. Estamos viviendo a causa del coronavirus unos
tiempos en los que puede que los más débiles estén en riesgo de sufrir más. Las
personas mayores, ancianos, niños, personas con menos dinero… Bien sea por
motivos de salud, económicos o psicológicos parece que quien no esté más fuerte
en estos tres pilares que sustentan a los seres humanos en su día a día, están
en riesgo de sufrir secuelas.
Ante
esto, yo te propongo que no nos quedemos de brazos cruzados. Nos necesitamos
para salir adelante de esta situación complicada, compleja, distinta y que
necesita de la colaboración de todos los ciudadanos. Primero, para no propagar
el virus hay que ser responsable y seguir las normas. Tenemos que tener precaución
en pequeños detalles (ventilación de espacios cerrados, mascarilla, higiene de
manos y distancia social).
Después,
debemos de cuidar de quienes veamos que nos puedan necesitar. Es sencillo,
puede que tengas a un compañero de trabajo o un amigo que necesite ser
escuchado, sentirse arropado en un momento determinado… estate ahí para él. Sentirse
escuchado, sentirse importante para alguien a veces es la palanca para seguir
adelante en un momento de dudas o incertidumbre. O puede que te puedas permitir donar algo de
dinero a Cáritas, Cruz Roja, Banco de Alimentos…, a quien consideres para
ayudar a quien esté económicamente peor … hazlo. Puede que lo que tengas es
tiempo para dedicarlo a alguna ONG o en tu parroquia… Hazlo… Cada uno debe estar atento a las
necesidades de su entorno más cercano para arrimar el hombro y tratar de salir
juntos de esta. Son pequeños detalles pero pueden cambiar grandes cosas si
todos remamos en la misma dirección.
El
otro día me comentaba alguien que estaba en una cafetería desayunado y entró
una mujer pidiendo algo de dinero. En ese momento, el camarero se acercó a ella
y quien me lo contaba pensó que le iba a decir que debía abandonar el local. Cuál
fue su sorpresa cuando lo que pasó fue que el camarero le preguntó a la señora
que qué quería desayunar. La sentó en una mesa, la atendió, le puso un café con
unos churros y la cuidó por unos minutos. La mujer lloraba, me decía quien estuvo
de testigo de ese momento.
Detalles
sencillos, cotidianos, que pueden estar dentro de nuestra rutina del día a día
pero que pueden cambiar un poco las cosas.
Tenemos
que salir juntos de esta. Te emplazo a que estés atengo a quién y cómo te puede
necesitar para dar una respuesta para
que como sociedad, como tribu, salgamos adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario