- Hija, voy a ir a comprar algo al niño.- No te preocupes, mamá. Tiene de todo.
- ¿Seguro?
- Seguro. Si quieres regalarle algo que sean experiencias y momentos. No sé, un chocolate con churros juntos o un día en el campo.
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- ¿Tía, qué me has traído hoy?
- Mira cielo, he encontrado para ti este coche y este muñeco. Mañana iré a buscarte una copita de tu súper héroe favorito para que bebas mejor la leche y estoy buscándote una ropita muy bonita que he visto en una tienda cerca de casa.
- ¡Jooooo, yo quería chocolate y un cuento!
Estas dos conversaciones bien las podría haber presenciado en mi vida diaria. Son dos ejemplos de lo que veo observando de un tiempo a esta parte. Parece como que los adultos sienten la necesidad de ofrecer a los niños ingentes cantidades de juguetes (cosas) para así ellos sentirse mejor y no se dan cuenta de que los niños no desean esos regalos. Un niño es feliz con un balón y un parque en el que poder correr bajo la atenta mirada de sus seres queridos así como poder compartir esos juegos con ellos. Los niños necesitan amor, no ser educados en el materialismo insaciable.
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