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En las aulas estamos viviendo una doble postura un tanto contradictoria.
Por un lado, vemos una palpable falta
de atención en nuestro alumnado y, por el otro, un creciente interés por
introducir más y más lo tecnológico en con tabletas, libros digitales, deberes
a través de plataformas…
Nuestros niños se han acostumbrado a
percibir la realidad a través de unas pantallas que transmiten un ritmo
frenético. Cambios de planos rápidos, hablan muy deprisa y con un contenido, a
mi entender, pobre. Cuando nuestros niños apagan el video juego o la tableta o
la televisión y vuelven a la vida real y como el ritmo de esa vida real, al no
ser tan excitante ni frenético, les
aburre. Y ahí viene la temida frase de “mamá, me aburro”.
Por otro lado, hay una tendencia muy
marcada a darles todo.
Nuestros niños lo tienen todo sin
casi pedirlo. De esta manera, como lo tienen todo y con muy poco esfuerzo, estamos
anulando su capacidad de asombro.
Y sin asombro, no podremos valorar
las pequeñas cosas de la vida e, igualmente, no habrá aprendizaje. No les
podemos dar todo sin un esfuerzo previo. Necesitan ganarse las cosas para
valorarlas.
Un niño realmente, se puede distraer
con cualquier cosa, porque para ellos todo es juego, todo es experimentación. Y
si se aburren, mejor. Esto les ayudará a necesitar buscar nuevas formas de
diversión que seguro que encontrarán. Agudizarán el ingenio y pondrán a volar
su imaginación. Por lo tanto, ese aburrimiento es un trampolín muy sano para
ayudar a nuestro hijo a crecer, madurar y aprender.
Está demostrado que las pantallas
hacen que nuestros niños tengan menor capacidad de autocontrol y de
frustración. No se fomenta la imaginación y no animan a tener curiosidad por lo
que les rodea. No ayudan a que se sorprendan en su día a día: en el aleteo de
una mariposa o en el canto de un pájaro. Están inmersos en esa pantalla, en ese
ritmo frenético, y todo lo demás no existe.
Con esta base, es difícil que podamos
en las aulas acompañar a nuestros alumnos en el aprendizaje.
Como decía anteriormente, gana
terreno la visión de que nuestros niños estén cada vez más pegados a las
pantallas y nos escudamos en la frase “es que son nativos digitales”, pero
realmente, su cerebro no ha cambiado en nada con el de nosotros, sus padres,
cuando éramos pequeño o sus abuelos. No hay un cambio en cómo el cerebro
procesa y se adapta a un estímulo externo tan potente como puede ser el de la
sobre exposición a las pantallas.
De hecho, la Sociedad Canadiense de Pediatría recomienda que los niños de 2 años no tengan ningún contacto con pantallas; y de los 2 a los 5, media hora, como máximo, y con supervisión de los padres
Es probable que estas pantallas bien utilizadas pudieran ser un recurso bastante bueno con cerebros bien formados. Es decir, creo que hay que destinar recursos en educar a los niños en cómo utilizar la tecnología de manera responsable, en vez de tratar de aplicar más y más la competencia digital sin saber ni cómo ni por qué. Es como poner a andar un coche muy potente cuesta abajo y sin frenos.
Para ayudar a utilizar correctamente la tecnología a nuestros niños, posiblemente, nosotros, los adultos, también deberíamos hacer lo mismo, cosa de la que hablaremos más adelante.
Hay un estudio realizado en 2015
titulado “Students, computers and learning”, “Estudiantes, ordenadores y
aprendizaje” que concluía diciendo: “las competencias esenciales para la
navegación “on line” deben ser aprendizajes con herramientas pedagógicas
convencionales analógicas”.
Es decir, que para aprender a usar
esas herramientas hay que tener una serie de valores asentados. Valores que no
se adquieren con un cerebro inmaduro. Todo lleva un proceso, un aprendizaje, un
camino. Y en este campo, también.
¿Cuáles serían esas cualidades para
que nuestros hijos usen la tecnología de manera responsable?
1.- Deberían tener una capacidad de
atención y concentración bien asentada.
2.- Haber adquirido un buen nivel de
autocontrol.
3.- Distinguir entre lo privado y lo
público antes de ponerse a usar una red social. Muchos sabemos que los niños
están usando Tic Tock o Instagram, cuando no tienen la edad legal para abrirse
una cuenta. E igualmente, están exponiendo mucha de su privacidad sin que
ningún adulto les esté poniendo límites.
Creo esencial que nosotros como
padres acompañemos a nuestros hijos en este proceso de familiarizarse con las
redes sociales. Debemos estar vigilantes para saber qué ven o qué no ven,
quienes son sus ídolos de las pantallas, los influencers a los que siguen. No
podemos dejarles solos con la tableta porque no sabemos qué están viendo ni
cómo puede estar influyendo en su educación.
Hay que enseñarles que los valores
que creemos esenciales para la vida real, como el respeto, la educación, la
tolerancia…, esos mismos valores se deben poner en práctica en las redes
sociales porque además todo lo que se hace puede tener consecuencias legales.
Antes te decía que quería hablar del uso responsable que debemos hacer los adultos de los dispositivos.
Estamos hablando de los niños, de los
jóvenes, pero mucho de lo que hagan o no hagan va a ser responsabilidad de sus
mayores.
No les podemos decir que no utilicen
el móvil si nosotros estamos continuamente pegados a él.
Seguro que has visto en alguna
ocasión a algún padre o alguna madre mirando la pantalla del móvil mientras que
su hijo le pide atención. Niños que están en el parque, que han descubierto
algo maravilloso y le dicen a su madre, “¡mamá mira!” y esa mamá, o papá, miran
de reojo porque su atención está puesta en la pantalla.
Los niños NECESITAN, y lo he escrito
en mayúsculas, la mirada del adulto para sentirse importantes. A través de
nosotros entienden el mundo y así mismos.
Si mi madre, mi figura de referencia
(y aquí estaríamos hablando de la teoría del apego de la que ya dedicamos un
episodio, el número 33), me mira, me responde, me atiende, me hace sentir
importante, me dedica su tiempo con todos sus sentidos…, será que soy
importante para ella. Si no lo hace, será que no.
Si no hacemos, si no les atendemos
mirándoles, dedicándoles nuestro tiempo con todo nuestro cuerpo y nuestra mente,
nuestros hijos pueden llegar a pensar que no son merecedores de nuestro amor.
Esta herida puede que sea muy difícil
de reparar.
Y, como decía anteriormente, no
podemos pedir a nuestros hijos que no utilicen el móvil, la tableta o el video
juego si nosotros somos los primeros impulsores, a través de nuestros actos, de
esas actitudes.
Si quieres que tu hijo llegue a los
dispositivos habiendo adquirido una serie de herramientas como la concentración
y el autocontrol, te recomiendo que
- - Pases
el mayor tiempo con él o con ella hablando, jugando o dando un paseo. Sin
pantallas. Sin interrupciones. Con atención plena y mirada.
- - Llévale
al parque, déjale que corra, se desfogue y haga ejercicio físico, así como que se relacione con otros niños.
Para estar concentrado el cerebro necesita desconectar de vez en cuando y
descansar para volver a estar luego otra vez con toda la energía para volver a
rendir.
- - Crea
momentos en los que tu hijo se pueda sentir relajado y concentrado.
- - Ayúdales
a que realicen actividades y que las terminen. Por ejemplo, podéis cocinar,
hacer un dibujo o hacer las camas juntos. Concentración en una tarea que deba
llegar hasta el final.
Con unos niños que han
ido madurando desde la tranquilidad, con una exposición a las pantallas
controlada y medida, que se ha respetado su evolución sin haber querido
forzarla, sin una sobre estimulación. Si trabajamos para que esos cerebros
estén sosegados y centrados, es más que probable que en las aulas todo sea más
sencillo.
El conocimiento se
adquiere a través del asombro, de los sentidos, del interés por lo que pasa
alrededor del niño. Si les tenemos sobre estimulados, nada les llamará la
atención. Si están acostumbrados a que todo sucede como en las pantallas, a
gran velocidad, no tendrán paciencia para una conversación pausada, para un
estudio con procesos lentos… para la vida real y normal.
Y nosotros, los maestros,
seremos los responsables de, a través de los sentidos, de la empatía, del trato
humano y cercano, de la creatividad…, ayudar a dar los pasos necesarios hacia
el descubrimiento del conocimiento. Aumentar las horas de exposición a
pantallas puede que sea necesario pero en edades más avanzadas y siempre y
cuando se hayan adquirido una serie de destrezas como las comentadas
anteriormente: atención, autocontrol, distinguir entre la vida pública y
privada así como tener claro que el respeto y la tolerancia son valores que se
aplican dentro y fuera de la vida online.
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